Estoy sentado en un bar cualquiera de una esquina cualquiera de Buenos Aires, Deduzco que a media cuadra hay un colegio por la gran cantidad de niños que pasan acarreando sus mochilas, tironeados por sus madres, los más pequeños, y por sus amigos los más grandes. Todos gritan por igual. Es el grito, no la palabra, lo más genuino del hombre. Eso pienso y eso anoto en la servilleta de papel que está sobre la mesa manchada con café para no olvidar la idea. Gritar es lo primero que hacemos al nacer, es nuestro último acto animal, el más genéticamente ancestral, prístino, luego a ese grito ya le ponemos nombre y pasa a llamarse llanto y con la palabra ya dejamos de ser nosotros y con ella mueren todos nuestros instintos animales y entramos a la humanidad. Primero el grito, luego la palabra y la cultura, el ser humano. Cuando nos quedamos sin palabras brota el grito por necesidad y este hecho apoya mi teoría. Si gritas en una discusión perdés, ya se sabe, es que te quedás sin argumentos, o cuando te quema la bronca por dentro abrís la ventana y gritás tan fuerte que hasta las nubes se conmueven y además, el grito es el reflejo convulso que acompañará nuestros orgasmos hasta el final de nuestros días. Esta idea me gusta así que ya saco mi cuaderno y empiezo a darle forma. Si no anoto me olvido los pensamientos, las palabras fluyen como mariposas hacia lo indeterminado sin dejar en mí, más que una breve sensación de existencia, entre onírica y real, como esa sensación de duda cuando probamos un sabor que ya conocemos pero no sabemos de donde, esto me hace acordar a..., lo tengo en la punta de la lengua. Así mis ideas no escritas, cuando vuelven a mí, sé que las conozco pero no sé de donde, ,si las pensé , las leí, las soñé, que se yo. Por eso escribir en mí se hace urgente, si no escribo la palabra no se me hace carne, no me atraviesa, no se hace mía, dejándome desprotegido sin estructura ni fortaleza a merced de aquellos pensamientos vanos que, siendo de todos, no son de nadie y yo necesito ser, necesito escribirme, nombrarme, para no desaparecer en ese mutismo ausente de las pobres almas silenciosas de los pobres hombres sin cuerpo, aquellos que sin saberlo existen sin existir, hablan pero no dicen, miran pero no ven, escuchan pero no oyen.
Los hombres sin cuerpo no tienen presencia ni presente, solo ideas, recuerdos y porvenires, sus palabras gritan por dentro, se contracturan, rebotan hasta hacerse coraza y olvidar quienes eran o que deseaban, solo transitan, se pierden como globos en la nada a la espera de que algo o alguien les de forma. Los hombres sin cuerpo necesitan urgentemente que los abracen, que los cincelen con caricias , que dibujen su cuerpo con nuevas palabras que limpien las viejas y arcaicas plegarias llenas de deberes y mandatos ajenos a ellos mismos pero que sin embargo los gobiernan. Los hombres sin cuerpo gritan pero en silencio, porque no conocen palabras que entiendan su soledad. Deben hablar pero no saben como ya que necesitan un cuerpo para poder interpretar toda su historia escrita sobre la piel. Los masajes traducen cuerpos en palabras, cincelan cuerpos y entregan libertad a aquellos que deambulan sin norte pero sufriendo en silencio sin saber porque.
El masaje es una forma de gritar, que al igual que las trompetas de Jericó derriba las murallas y proclama la victoria vibrante de lo imposible, de aquello que somos más allá de nosotros mismos, allá en donde no nos pensamos, en donde simplemente somos, en lo esencial.
Yo escribo para no desaparecer tras las ideas, yo hago masajes para escribir lo que los cuerpos dicen, yo grito, como lo hacemos todos, como un acto reflejo propio de los hombres que a falta de alas conquistamos el cielo con el sonido ancestral de la vibración de nuestra humanidad.
El aliento como grito mudo es el agua fundamental con que la tierra se hace barro y el barro se hace vida! Abrazo gigante Quirón!
Tomo tu afirmación, "El masaje es una forma de gritar, que al igual que las trompetas de Jericó derriba las murallas y proclama la victoria vibrante de lo imposible, de aquello que somos más allá de nosotros mismos, allá en donde no nos pensamos, en donde simplemente somos, en lo esencial". Y siento que podemos alternar este grito con el susurro del aliento. Ya que del mismo modo que el grito esencial llega hasta el infinito, desde lo profundo del ser hacia el afuera, el masaje también es el aliento mutuo que puede llegar desde lo profundo del ser hacia el adentro infinito y marcar un compás de autoafirmación interior increíble.
Hace unos días experimente, como las yemas de lo…